Si nos fijamos en el resultado, podríamos pensar que el
partido de semifinales ante Portugal fue el más complicado que tuvo la
selección durante todo la Eurocopa. Así fue, ya que sólo mediante la lotería de
los penaltis pudo acceder a la final. Portugal realizó un partido soberbio. Con
las líneas juntas y una gran dosis de agresividad, supo entorpecer el juego
español. Xavi, Iniesta y Silva recibían siempre el balón con unos o dos
jugadores portugueses encima. Y una vez salvaban la entrada de éstos, apenas
veían espacio para lanzar el pase final. La consecuencia fue un encuentro bronco,
lento y aburrido. Lo que se suele llamar un partido táctico, donde parece que
la pizarra de ambos entrenadores maniata el espectáculo.
Me recordó mucho al planteamiento que ha intentado imponer Mourinho
en sus últimos enfrentamientos contra el Barça. La idea es sencilla. Que los
Xavi, Iniesta, Silva... no jueguen con comodidad. Para que puedan hacerlo, tendrán
que salir de su zona de influencia habitual y ahí es más difícil que sean decisivos.
Y lo consiguieron, porque los cracks españoles apenas destacaron en el encuentro de semis. Es más, jugadores de
más trabajo y de mayor importancia táctica fueron los que sobresalieron, como
Xabi Alonso o Busquets.
A pesar de todo, la sensación fue que durante los 120 minutos España
fue superior. Tuvo más ocasiones y más posesión. Pero no pareció tener el
partido controlado como en otros encuentros. A Portugal también le faltó
creatividad. Su medio campo estaba más concentrado en parar a los españoles, que
en crear juego. Y Cristiano se desesperaba una y otra vez al no recibir un
balón en condiciones. Digo que me recuerda al planteamiento de Mourinho, pero es evidente
que el conjunto blanco tiene más punch y juego que esta Portugal. Puede que ahí
estuviera la diferencia.
Este planteamiento portugués entraba en las predicciones de
cualquiera. Cuando luchas contra un conjunto tan superior como España, lo
lógico es cambiar tu estilo de juego.Intentar imponer el tuyo propio
puede ser un suicidio. Por eso me sorprendió mucho, muchísimo, el planteamiento
del conjunto italiano en el primer partido de la liguilla. No sólo logró
incomodar el juego español, como lo hizo Portugal. Si no que también fue lo fuerte en mentalidad para imponer el suyo propio. Italia movía
y movía el balón esperando el momento justo en el que Pirlo viera el hueco y
lanzara un pase a sus delanteros. Parece una táctica sencilla y fácil de defender,
pero cuando se trata de jugadores de la talla de Andrea Pirlo capaz de dar el
pase en el momento exacto y con la fuerza exacta, toda la lógica se viene
abajo. Un paso mal dado en el marcaje del delantero te puede costar 2 metros de
desventaja en la carrera. España lo sabía. Y este temor se hizo mayor cuando vieron que los italianos les
discutían la posesión de balón. En el minuto 60, Pirlo encontró el hueco y el
momento exacto. Filtró un pase perfecto para Di Natale y éste no falló en el
mano a mano ante Casillas.
Fue aquí cuando Italia echó por la borda todo el
trabajo realizado hasta ese momento. Dio dos pasos atrás. Los Xavi, Iniesta y Silva empezaron a jugar
con espacios y es ahí donde te matan. A los 5 minutos Cesc ponía el empate en
el marcador. Y si Torres llega a estar afinado, el resultado podría haber sido perfectamente
un 3-1.
Italia pecó de conformismo. Cuando se vio por delante
en el marcador volvió al viejo estilo italiano amarrategui. Con cada uno en su
sitio natural, España se sintió cómoda y controló el partido.
Pero los 60 minutos antes del gol italiano, me
parecieron una lección táctica de Prandelli. Se puede decir sin tapujos que el
estilo de juego de España se asemeja al del Barça. Puede que el de los culés
sea más vertical, pero la forma de enfrentarse a este tipo de juego y defenderlo
es prácticamente la misma. Pues bien, en estos cuatro años de la era Guardiola
no he visto ningún equipo que juegue de tú a tú al Barça. Lo mismo puedo decir
de cualquier rival de España. Prandelli inventó una nueva forma de parar el
famoso fútbol del tiki-taka. Sinceramente
no sé porque cambió el sistema en la final. Puede que pensara más en otras
cuestiones o incluso confiara más en el bloque que le había llevado a la final.
Pero en mi recuerdo quedarán esos 60 minutos de Italia como el único momento en
el que España se vio superada en lo que se refiere a táctica y juego.