jueves, 20 de septiembre de 2012

Tras un partido épico, Mou ya sabe cuáles son sus deberes

¿Qué le ha pasado al Real Madrid en el inicio de temporada? Es la pregunta que se hace media España y, sobre todo, la afición madridista. Extraña el pésimo arranque de los de Mourinho, más aún cuando uno se  para a recordar los récords que batieron los blancos la Liga pasada. "No tengo equipo", afirmaba Mou tras la debacle en el Pizjuán. "No tengo 11 cabezas pensando únicamente en el fútbol", decía. Al técnico portugués no le tembló la mano a la hora de acusar a sus jugadores. Y menos le tembló el martes, cuando dejó en el banquillo a uno de los pesos pesados del equipo, Sergio Ramos.
Mourinho, experto a la hora de manejar plantillas, intentó con este cambio dar un giro a la situación. Él mismo reconoció en rueda de prensa que se trataba únicamente de una decisión deportiva, "problemas disciplinarios cero con Ramos", señalaba. Su decisión no es otra si no que la de mandar un mensaje claro a la plantilla: Os ponéis las pilas o hay gente detrás que muerde por un sitio en el campo. Varane le dio la razón. El francés cuajó un partido brillante, a pesar de la presión de un duelo tan importante como el del otro día.
Lo que no me extrañaría, es que ahora el luso siguiese con ese sistema de rotaciones en el once. Mourinho ha avistado el gran mal endémico en todos los equipos campeones. Cuando ganan se acomodan. Si se acomodan, la entrega y la lucha en el campo no son las mismas. Y si por algo ganó el conjunto blanco la pasada Liga, fue por la intensidad con la que jugó cada uno de los partidos. La solidez del Madrid o el Barça no radica sólo en su potencial futbolístico, que es mucho. La verdadera razón por la que estos dos equipos arrollan a sus contrincantes, es la presión asfixiante que ejercen en campo contrario. La conclusión es clara: Sin trabajo y esfuerzo, la calidad no sirve de nada.
En la previa del choque ante el Manchester City, Mou reclamó a sus jugadores un mayor compromiso. "Quiero un equipo compacto y solidario". La afición del Bernabéu se quedó sorprendida cuando vio el once inicial. "¿Trivote?", se preguntaron alarmados los seguidores blancos, "¿cómo puede ser tan rácano este tío (Mourinho)?", decían.
La primera parte del Madrid, demostró a los escépticos que con trivote también se puede jugar bien. Es cierto que pudiera faltar algo más de juego -la creatividad de Essien y Khedira no es la misma que la de Modric u Özil-, pero su dominio en el campo fue total. El City apenas llegó a puerta. Se encerró con dos líneas bien claras enfrente de su área para defender las oleadas blancas. El Madrid llegó a tener cuatro ocasiones claras que no tuvieron fruto. Pero la clave y, sobre todo la diferencia con el resto de anteriores partidos, fue la presión que ejercía cada vez que los ingleses intentaban sacar el balón jugado. En ocasiones, hasta tres jugadores blancos acudían a apretar un balón dividido. El Madrid recuperaba fácil, apenas se acercaban al área de Casillas, y tarde o temprano tendría que entrar el gol.
La segunda parte fue más de los mismo, pero el ansiado gol no llegaba. El público se empezó a impacientar y con él los jugadores. En un despiste, Touré lanzó un contraataque que pilló desnudo al Madrid. Los fantasmas de días pasados volvían, y esta vez de manera injusta por el gran partido que estaban haciendo los blancos. Tocaba a rebato. Mou quitó a Khedira y Essien y dio entrada a la magia de Özil y Modric. Higuaín, que no había tenido su día, también dio paso a Benzema. El Real Madrid se echó arriba en busca de la remontada. Marcelo con un golazo con la diestra conseguía el empate. Pero poco más tarde, otro error más en una jugada a balón parado silenciaba el Bernabéu. Pocos confiaban en la remontada con apenas cuatro minutos por delante. Pero los blancos sacaron el orgullo del que está casi muerto para cambiar la situación. Benzema puso el empate en el 87' con un derechazo tras un gran movimiento en la frontal del área. El Bernabéu animaba sus jugadores, conocedor de las remontadas épicas que este equipo le ha dado. Era el turno de Cristiano. Mucho se había hablado de él en estas últimas semanas por su declarada "tristeza". La afición andaba mosca con él. Pero un gol puede cambiar todo. En el 90', Ronaldo conseguía el gol de la remontada, y con él se fueron todas las dudas y reproches.
El Madrid no sólo conseguía una victoria importantísima. Estos partidos sirven para encauzar a un equipo cuando se ha desviado del camino. Sirven para reencontrarse con uno mismo. El Real Madrid vuelve a "tener equipo". Ha recuperado la lucha y la garra que parecían haber desaparecido. Pero aún tiene trabajo pendiente. El Madrid ha encajado cuatro goles a balón parado en cinco partidos. Mou ya sabe cuáles son sus deberes.

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