lunes, 21 de mayo de 2012

Sin obsesión, la Champions llega

El Chelsea ya tiene su Champions. Tras nueve años y 900 millones de euros invertidos, Abramovich ha conseguido la copa que tanto ansiaba. El magnate ruso compró en 2003 el club londinense con una idea muy clara: colocar a los blues entre los grandes. Y no hay mejor manera de hacerlo, que ganando la Copa de Europa.
Para conseguirla tenía un plan muy sencillo, traer a los mejores. Contrató a Mourinho, el entrenador de moda de esa época, y fichó a grandes estrellas como Drogba, Robben o Carvalho. Pues bien, no funcionó. Por una causa o por otra los londinenses se quedaban siempre a las puertas de la final. Mourinho se fue y otro entrenador mediático llegó en su lugar, Ancelotti. También fracasó. El ruso gastaba año tras año petrodólares en grandes estrellas sin ningún resultado. Tuvo que llegar un técnico desconocido por casi todos para llevar al equipo de Stamford Bridge a la Gran Final, Avram Grant. El azar de los penaltis le fue dispar. Y los aficionados blues veían cada más lejos el momento de levantar la ansiada Orejona.
La plantilla del Chelsea se hacía mayor año tras año. El equipo empezaba a entrar en su fase de declive y ni en la Premier obtenía éxitos. Abramovich contrató a principios de esta temporada a Vilas Boas. Un técnico joven, que había sido pupilo de José Mourinho. Llegaba con la vitola de haber ganado la última Europa League, el mismo currículum que el de su mentor. Toda la ilusión blue estaba puesta en él para rejuvenecer y dar un nuevo aire al equipo. Y con esa idea arribó en Londres. El entrenador portugués intentó inculcar su filosofía desde el primer momento. Su intención era la de cambiar el sistema y la forma de jugar del equipo. Dirigirlo hacia un fútbol más moderno, con más toque y movilidad. Y es ahí dónde se equivocó. Las vacas sagradas del Chelsea se levantaron contra el técnico y los problemas empezaron a surgir. Los jugadores, confundidos, no entendían las nuevas instrucciones del luso, y la inestabilidad en el vestuario se trasladó al campo. Su salida era inevitable.
Fue ahí cuando entró en acción Di Matteo. El segundo de Vilas Boas cogió las riendas de un equipo por el que nadie daba un duro. Al contrario de su predecesor, el italiano comprendía muy bien lo que había hecho grande a este equipo. Un fútbol físico, con gran sentido táctico en el juego y un delantero capaz de tumbar cualquier defensa, Didier Drogba. Di Matteo devolvió los galones a sus grandes figuras. A partir de ahí, el grupo comenzó a renacer. Drogba parece vivir una segunda juventud, y Terry y Lampard han recuperado la confianza de sus mejores días. La seguridad en uno mismo se plasma en el campo. Muchos han tachado a este equipo de defensivo, cuando realmente lo que se ha visto es a un equipo seguro de sí mismo y de sus posibilidades. Así ocurrió ante el Barça y así ha ocurrido frente al Bayern.
Di Matteo ha sido muy inteligente. Lo que funciona no se debe tocar. Algo que no comprendió Vilas Boas  y por lo que el equipo dejó de entenderle. El italiano se ha ganado la confianza de los jugadores y estos se la han devuelto en forma de resultados. El fútbol le debía una al Chelsea por las semifinales de Ovrebo y los fatídicos penaltis de Moscú. Cuando menos lo esperaban se han alzado con la Copa de Europa. Algo que nos recuerda a la frase que José Mourinho pronunció tras caer eliminado en semifinales: "Sin obsesión, la Champions llegará".


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