martes, 9 de octubre de 2012

¿Por qué el Madrid ya no le tiene miedo al Barça?

España contra Cataluña. Cataluña contra España. La corriente independentista que vive actualmente dicha comunidad autónoma, y en especial su presidente, politizaron el Madrid-Barça antes del inicio. La afición culé mostró orgullosa ante todo el mundo su nacionalismo con un mosaico de la Senyera cuando ambos clubes saltaron al campo. Pero, en cuanto el balón echó a rodar toda la atención se trasladó al terreno de juego. Los blancos tenía la misión de recortar puntos tras el mal inicio de campaña. Los culés, en cambio, buscaban alejarse aún más de su máximo rival en la tabla clasificatoria.
Los blancos salieron en tromba en los minutos iniciales. Quizá alentados por la precaria defensa que tuvo poner en liza Tito Vilanova debido a las bajas. O quizá, porque Mou ya ha encontrado la tecla para jugarle al Barça. El caso es que los primeros veinte minutos del clásico fueron distintos a todo lo que se había visto en los últimos años. Se veía a un Madrid osado. No sólo presionaba a los blaugranas en cada línea. Además buscaba la posesión de balón. El Madrid perdió el respeto a los culés. Trazaba cada jugada con paciencia y toque. Los jugadores del Barça tardaron en asimilar este hecho. ¿Por qué pudo pasar esto? La seguridad que te da el ganar el campeonato es una de las razones. Pero por otro lado, este Barça de Tito no da el mismo miedo que el de Pep
Puede que el énfasis nacionalista de la grada les influenciara, porque la caraja con la que saltaron al campo no era normal. Mientras los aficionados culés ondeaban la Estelada y cantaban al unísono el grito de "Indepencia", el Madrid dio una lección de fútbol. Con convencimiento y superioridad. Así llegó el primer gol de los blancos tras una gran jugada colectiva que resolvió Cristiano (que parece que ya no está triste). Y fue en esos minutos, donde el Madrid tuvo el partido en sus manos. Benzema erró dos ocasiones claras -el francés tiene que dar un paso adelante este año y convertirse en el killer que su equipo necesita- y pudo  dar la estocada al Barça. No fue así. Es más, sus fallos dieron alas a los culés. Puede que en ese momento se dieran cuenta de que fútbol y política no van de la mano y, que su partido realmente estaba en el campo.
También se percataron de esto los blancos y por eso dieron un par de pasos atrás. El Barça volvía a recuperar la posesión de balón, pero el Madrid no se desorganizaba. Los culés controlaban, pero no llegaban como nos tienen acostumbrados. Sólo un error podía poner las tablas en el marcador. Y así fue. Tras un fallo en un despeje de Pepe, la pelota fue a parar a Messi, quien batía a Casillas con facilidad. Ahí llegó el descanso y parecía que también comenzaba un nuevo partido. Los blaugranas se iban al vestuario renacidos tras el gol del argentino. Y los blancos, veían cómo una vez más, a pesar de su superioridad, su rival se iba de rositas.
En la segunda parte entró en juego el factor psicológico. Tras lo ocurrido en el primer tiempo era lógico que los blancos volvieran a tener respeto a su rival. El dibujo del partido parecía más acorde a lo vivido en los últimos años. Messi se encargó de recordárnoslo con un lanzamiento de falta magistral ante el que nada pudo hacer Casillas. Pero no hay que confundirse. Este Barça de Tito no es el mismo que el de Guardiola. Para empezar este equipo ocupa el campo de forma diferente. El Barça de Pep era un equipo muy compacto con las líneas muy juntas, y sobre todo originaba el juego a partir del mediocampo. El problema surgía a la hora de generar huecos en campo contrario, cuando el rival se encerraba en su propio área. Se pudo ver el año pasado en partidos como el de la eliminatoria frente al Chelsea o el encuentro de vuelta liguero frente al Madrid. Tito, gran conocedor de la táctica, ha intentado darle una vuelta de tuerca al equipo. El Barça de Pep sacaba el balón jugado desde atrás, con las líneas muy juntas y constantes apoyos. Los rivales, al ver imposible robar el balón en esa zona del campo, renunciaban a la presión y se encerraban en su área. El nuevo Barça intenta estirar un poco más estas líneas para que los contrarios salgan a presionar y así dejen más espacios a sus espaldas. El problema es que cuando la presión es efectiva, los blaugranas pierden el balón en una zona peligrosa, con la consiguiente descolocación de la zaga. Así ocurrió en los dos tantos encajados frente al Sevilla y así sucedió también en el segundo gol de los blancos. Un robo de Khedira -en el que el árbitro pudo haber pitado falta perfectamente- propició el empate de los blancos. También colaboró la falta de coordinación en la defensa azulgrana. Adriano deja un espacio muy grande a su espalda por achicar a Özil. Ronaldo, que en los últimos clásicos se han convertido en el azote del Barça, no perdonó tal regalo.
Tras el tanto, los blancos volvieron a retrasar sus líneas. Mou daba por bueno el empate cuando tuvo en su mano la victoria. Me parece lógico dicho movimiento, puesto que en ese momento del partido tenía más que perder que ganar. El empate deja a los blancos a ocho puntos de la cabeza. Pero con 31 jornadas por delante es una distancia salvable. Cualquier madridista hubiera firmado ese resultado en los últimos años. El aficionado actual no. Un síntoma de cómo ha crecido la ambición de los blancos. Y un síntoma que corrobora que los blancos ya no tienen el miedo psicológico que sufrían siempre contra el Barça. La victoria en el pasado campeonato liguero ha provocado este cambio. El único miedo que le queda pendiente al madridismo es la Champions. Veremos si este año también consiguen acabar con él. 

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